Chile

Obligatorio

Por Kriz
Fuente: Palabras que Liberan

naya-2Necesito decir, sin exagerar, que tu injusta e inexplicable muerte nos salvó. A pesar que nada podrá jamás compensar lo que sucedió, lo horrible que fue y lo tristes que nos sentimos, aunque sabemos que nada podrá devolverte la vida; hay que admitir que el cambio que nació en nosotros se debió a eso mismo. Nos diste una causa por la cual luchar y un sentido nuevo a nuestras vidas. Nunca más nos sentiremos solos mientras todas las voces se unan en un único grito: “JUSTICIA”.

Todo comenzó esa noche, cuando fuiste a bailar con tus amigas y amigos. Nadie se esperaba que apareciera esa clase de gente justo ahí, pero viste como está la cosa hoy en día. Aparecen hasta en la sopa. Vinieron como siempre, de a varios, a buscar pelea, sólo para divertirse y robarse algunas cosas. Esa fue la última vez que te vieron tus amigos que salieron con vos.

Cuando le avisaron a tu mamá, salió desesperada a buscarte por todos lados. Empezó en los hospitales. Luego, llamó al comisario Vargas, un viejo amigo de la familia, para que te localice por las comisarías, hasta que por último, esperando lo peor, fueron a recorrer las morgues de la ciudad. La cara estaba completamente desfigurada, pero tu mamá reconoció los Levi’s que te habías comprado el día anterior.

Era una mezcla rara de dolor, bronca y mucho resentimiento. Ninguno podía dormir, no lo podíamos creer, que vos ya no estabas, mientras ese negro de mierda seguía en la calle y lo peor de todo es que hay muchos más como él.

La noticia de tu muerte rápidamente llegó a los medios, tus fotos de la infancia, con rostro sonriente, circularon por todos los programas de televisión y fueron tapas de diarios y revistas. La sociedad conmovida por el llanto de tus familiares y amigos salió a pedir cárcel y muerte a los culpables. En cuestión de horas se convocaron distintas formas de pedir justicia. Se hicieron varias marchas “A favor de la vida” que avanzaron a fuerza de gritos y cacerolazos, o en eternos minutos de silencio. “Cadenas de pedido de oraciones a las 21 horas” se anunciaron en radios y redes sociales. Todos con velas y rosarios en manos asistieron a la multitudinaria misa que el obispo de tu colegio organizó para que descanses en paz y también para reclamar por la pérdida de valores morales y cristianos.

Aunque nunca dejó de estar presente la angustia, era hermoso verse reflejado en el de al lado, identificarse con su odio, con la misma necesidad de revancha. Es muy difícil poner palabras a lo que sentimos cuando hacemos pancartas o banderas juntos, cuando marchamos con velas, cuando cantamos, nos abrazamos, exigimos y rezamos por vos y por todos los chicos como vos, de familias bien, con estudios, educados, que no se merecen que les pase lo que te pasó a vos. En esos momentos es como si fuéramos uno solo. Sabemos que no podemos aflojar, que hay que seguir combatiendo esa inseguridad maldita, por más que Vargas ya haya encontrado y ajusticiado al que te disparó y antes le haya hecho “algunas cositas” que se merecía, que aprendió en épocas mejores.

Tenemos que seguir hasta que no quede ni un pibe chorro, hasta que haya leyes más duras, más policías en las calles que puedan trabajar tranquilos, sin que molesten los ridículos que hablan de derechos humanos. Logramos muchísimo y cada día somos más, pero todavía hay mucho por hacer y si no estamos así de unidos no vamos a poder.

Por un momento, nos alegró mucho enterarnos que había sido un error, que era otro pibe al que tu mamá confundió con vos en la morgue, a cualquiera le puede pasar equivocarse con otro que tenía la cara desfigurada de un tiro. Pero decidimos mantenerlo en secreto para no boicotear lo que habíamos logrado gracias a vos. Cuando nos enteramos que estabas internado, inconsciente, moviendo algunas influencias logramos traerte antes que nadie te reconociera. “Ahora seguro entendés por qué no quedó otra opción, hijo”.

El joven abrió todavía más grandes sus ojos, hizo fuerzas con sus pies y manos pero no pudo aflojar las cuerdas ni un poco. Pareció gritar tras la cinta de embalar, mientras Vargas le pasaba la 9 milímetros reglamentaria, con silenciador, al padre, quien la tomó con total serenidad. La mamá lo miraba con ojos llorosos, pero de orgullo y Pablo, su mejor amigo le hizo un gesto de resignación primero y de aliento después. La tía apretaba fuerte a su prima con una de sus manos y con la otra sostenía una estampita de la Virgen María, mientras balbuceaba una oración. Los demás se unieron al murmullo. Papá lo besó en la frente y luego apoyó ahí mismo la pistola y gatilló.

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