Argentina

Edgardo: “Uno no es el dueño del saber, sino que construimos juntos el aprendizaje”

¿Desde cuándo trabajas como educador en contextos de encierro?
Empecé a trabajar este año en contextos de encierro con jóvenes, anteriormente ya había tenido experiencia con adultos, en penal. En realidad nunca fui a un penal 100 por ciento cerrado, sino que fui a penales de contexto abierto, donde las personas pueden salir el fin de semana y volver, o van y trabajan y vuelven – en esos contextos que son como menos peligrosos de alguna forma.

¿Qué tipos de desafíos encuentras en tu trabajo?
El principal desafío es el abandono de las personas. Existe el derecho a la educación pero hay gente que no quiere tener ese derecho. Por ejemplo, hubo una vez un muchacho que vino a la escuela y no quería, quería seguir durmiendo la siesta. Aunque la educación sea un valor vital esencial para el hombre porque fomenta su cultura, fomenta su aprendizaje, fomenta una perspectiva de ver el mundo, aún con eso y con ánimo de abrirle un ámbito de libertad mayor, prefiere no quererlo, entonces digamos hay un derecho y una obligación que entran en colisión: uno piensa, “no quiero hacer esto porque no encuentro la valoración en hacer eso”.

¿Sientes que necesitas algún tipo de apoyo diferenciado para enseñar en contextos de encierro? ¿Qué falta?
Recursos humanos. Mirá, nosotros acá no tenemos ni recursos tecnológicos, los jesuitas cuando vinieron a América creo que tenían más que lo que tenemos nosotros hoy ¿no? Faltan recursos humanos, falta el vínculo afectivo para con el otro. Los muchachos, por ejemplo, hay algunos que los chicos mismos te dicen, “y profe, bueno, me estás juzgando”, y hay otros profesores que saben que están trabajando con chicos que han cometido delitos y por eso están en contexto así ¿no? Y ya los están juzgando. Entonces me parece que lo que hace falta es una tarea humanizadora. Es decir, está bueno, la educación está buena para que el muchacho, o el joven tenga elementos culturales y simbólicos para defenderse en la sociedad, pero también me parece que lo que más falta hace es el seguimiento. Cuando el muchacho termina esta escuela o cuando sale del lugar este, más que nada, del contexto de encierro ¿qué es lo que pasa después? Sí después cae otra vez, ¿qué pasa? ¿Dónde fallamos en el sistema? El sistema en realidad, ya falló al inicio y falla al final, y se pone como una inyección terapéutica en el medio. Pero no sé, eso es lo que yo veo.

¿Cómo evalúas la formación de docentes para la enseñanza en contextos de encierro? ¿Qué tipo de recomendaciones harías a ese respecto?
Me parece que los profesionales, tanto maestras como profesores no están formados para este tipo de contexto porque hay que conocer diversos segmentos sicológicos e institucionales ¿no? Hay cosas que están instauradas, están instituidas y que uno no las puede cambiar, pero que debería saber cómo trabajar con ellas para poder modificarlas, eso primero. Segundo, en estos contextos uno no puede tener los mismos criterios de evaluación que tendría en otro tipo de escuela, es decir, este es un contexto un poco más grave, les cuesta a los chicos entenderse como un sujeto de derechos. Y, en tercero lugar, tener vocación para esto. Lo que pasa es que hoy por hoy esto funciona por remuneración, en algunos casos, porque acá en Argentina pagan un plus que no cobrás afuera, en otras escuelas públicas.
No es el dinero lo que es necesario para la educación en estos contextos, es necesario la buena voluntad, el estar dispuesto, el saber que uno también sigue tratando con jóvenes, con adolescentes, en realidad. La escuela tiene esa dimensión de que les vuelve a poner en contexto de adolescente, es como que vuelven a otra etapa de sus vidas que a veces tuvieron truncada. Ellos abandonaron la escuela por X motivos, que tuvieron que salir para trabajar por los hermanos o lo que sea. A los muchachos darles esa contención afectiva, que uno preparó la tarea y que ellos tienen que hacerla porque el docente se esforzó en eso también y que comparten juntos el aprendizaje – porque uno no es el dueño del saber, sino que construimos juntos el aprendizaje –, esa sería una de las recomendaciones que me parecen interesantes, pero es cierto que en los profesorados no hay una preparación para esto.
También me parece que falta por parte del Estado, algún ente que regulador del ingreso de personal. Mirá, a mí cuando me ofrecieron el trabajo, lo primero que pensé es, “yo soy profesor de filosofía, no hay nada más humanizador que poder darle a una persona que le cortaron la humanización y que quedó marginada del mundo del trabajo, quedó marginada del mundo simbólico, quedó marginada del mundo de lo material los elementos con los cuales pueda defenderse”. El elemento primario, la lectura, pensar, ¿no? Los chicos también tienen sus días, un día vienen bárbaros y otro día vienen que quieren romper todo, entonces hay que tratarlos como adolescentes, ponerles bien los límites, acordar criterios. Si, por ejemplo, le digo a un chico, “mirá si vos no sabés leer”, él me dice “tenés razón”. Y ¿todo lo que le han mentido todos esos años? Quince años de escuela le estuvieron mintiendo, es triste. Muy triste. Si él me dice “bueno yo quiero leer”, entonces vamos a hacer un criterio de evaluación según estos principios, yo no le puedo evaluar como otro pibe que no careció de nada. Si el quiere entrar a la facultad el año que viene, vamos a tener que trabajar mucho. Y vos no sabés lo que trabaja ese pibe, y lee textos y pone esfuerzo y pone empeño y eso lo dijo yo, profe, y lo corrijo, y está bien esto. El otro día da una exposición oral, con sus deficiencias, pero después lo entusiasmo y ese sujeto de la educación se da cuenta del valor, descubre el valor que supone la educación y como cambia una persona. Uno no puede ser el mismo después de haber aprendido tal cosa y estamos tratando de favorecer el juicio crítico, estamos tratando de favorecer su propio pensamiento y que tenga argumentos, que no sean sí porque sí y no porque no, estamos tratando de pensar.

¿Qué recomiendas para que la educación sea más relevante y pertinente en Argentina?
¡No te vas a creer! No, la verdad que no sé. No sé porque en mi país hay muchos problemas a nivel educativo, empezando por el salario, por los recursos humanos, por la formación de docentes – por hoy la formación de maestros es decadente. La educación hoy por hoy se ha convertido en un medio de subsistencia para muchas personas, se ha perdido el rol educativo. Somos docentes, tenemos que dar buen ejemplo, uno educa con el ejemplo. Aquí en el país, en las escuelas públicas por lo menos, la mayoría de los directivos están tan ocupados en papeles que no saben qué es lo que pasa dentro del aula. Y también hay otro problema que tiene la escuela, es que presenta un mundo ideal que no es el real, entonces la escuela es un gran teatro en que presenta la justicia de una forma, cuando la justicia es otra cosa, presenta un tipo de vida, una calidad de vida que después los muchachos no tienen acceso y por último la escuela se ha transformado en un comedor escolar, hay una ausencia de la familia, entonces hasta que la escuela, hasta que el lugar de la educación no sea formar familias, no sea formar valores, construir esos valores, defender esos valores, si cualquiera tiene razón sobre cualquier cosa, un relativismo de este tipo destruye sociedades y vamos viendo el ocaso de unas cosas. No digo que este sea el caso pero me parece que a nivel general eso es lo que más duele ¿no? Ver cómo llega la decadencia simbólica y material. Nada más.

Edgardo Suarez, 34 años, maestro en la ciudad de La Plata, Argentina.

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