¿Desde cuándo trabajas en el encierro?
En el encierro desde fines de 2002, 2003 más o menos.
¿Qué tipo de desafíos encuentras en tu trabajo?
El tipo de desafío que encontré importante cuando recién empecé sin ningún tipo de experiencia, sin ningún título que me habilitara fue el relacionarme con los chicos y con el encierro, lo que no es fácil. Después con el tiempo aprendí a relacionarme con el encierro y relacionarme con mis compañeros que son civiles, pero que están a cargo de la seguridad de la institución, manejan otros códigos que no son los de la escuela. Con un poquito más de tiempo aprendí a hacer acuerdos tácitos para poder trabajar de la mejor manera posible. El desafío de todos los años es la relación afectiva con los chicos, poder conectarte afectivamente. Y después que te conectaste afectivamente, dos más dos o el abecedario, o la cuestión particular de cada uno. Ese para mí es el desafío.
¿Qué tipo de apoyo necesitarías en tu trabajo? ¿Qué hace falta en el instituto?
En el instituto a mí me gustaría que hubiera algún tipo de gabinete serio, no un gabinete al que uno está acostumbrado en la escuela, sino que labure a la par de nosotros. A veces tenés problemas particulares que uno trata como si tuvieras hijos, digo yo, porque estás improvisando todo el tiempo, agarrando problemas que te vienen nuevos, metés la pata sin querer, te metés en cosas complicadas y si tuvieras un profesional que entiende mejor de ciertas cuestiones, estaría bárbaro, psicólogos, asistentes sociales, uno por lo menos de cada uno.
Hablaste un poco de la formación de los maestros pero quisiera que comentaras un poco más cómo ves esta formación.
Mirá, yo creo que la formación que recibimos los docentes es mínima, yo no sé si me sirvió demasiado la formación que recibí en mis tres años de mi magisterio como carrera terciaria para pararme delante de los alumnos. Yo creo que fui aprendiendo en el camino, debo haber dejado a varios insatisfechos, pero con la práctica y porque me gusta, digo, si te recibís de ese mismo magisterio y vas por una cuestión de necesidad, lo que podés hacer es muy poco, muy pobre es la formación que tenemos. ¿A qué me refiero? Te enseñan a hacer una planificación que nunca se condice con lo que realmente tenés que hacer en la bajada a la realidad, te piden unas prácticas donde… la profesora, donde vos sos la maestra con mayúscula, letras de colores y que nunca más se va a repetir después en el cotidiano. Me gustaría que fuera algo más asertivo y me gustaría tener más formación en cuanto a contenidos: historia, en cuanto a uno tener un poco más de enciclopedia encima, porque a veces te preguntan y uno se encuentra con que tenés que salir corriendo a un libro porque no tenés todos los conocimientos, me parece que tendríamos que renovar, capacitarnos obligadamente de alguna manera todos los años porque yo quiero mucho a mi profesión y me parece que nunca estoy a la altura de lo que te ponen en las manos. Digo, si estás con los chiquitos, te ponen un nene para que lo eduques, nada más ni nada menos, me parece que hay que estar a la altura de eso.
¿Qué te gusta y qué cambiarías en la educación en contextos de encierro?
Me gustan los pibes que están en contextos de encierro. Yo tuve alguna historia de vida particular bastante complicada, yo me siento como en casa con los pibes. Me gustaría que no hubiera más contextos de encierro, la verdad es esa. La deuda que yo siento que tengo por ahí es hacer algún laburo en el antes, voluntariamente, porque de la única manera que se podría hacer es hacer un laburo en el barrio. La gente se abre. El día de la madre por ejemplo, hacemos una multifamiliar, hacemos una comida especial, vamos todos los docentes y hacemos actividades lúdicas, invitamos a los padres a jugar con nosotros y con los chicos, abrimos un horario de exposición de los cuadernos, de lo que se hizo en plástica, de lo que se trabajó en pintura… Los padres vienen con un miedo bárbaro a preguntar ¿y cómo es mi hijo en la escuela? Yo lo que noto y que me da una ternura bárbara es que tenés a un homicida, al que le robaron la escuela y de repente te está reclamando la escuela con la banderita, con el muy bien 10, le ponés la nota, viste, que “seguí esforzándote”, “hiciste la tarea bárbara” y se ponen recontentos. Les gusta mostrar el cuaderno y los padres se acercan, esperando a la maestra que los va a sacar a los tiros diciéndoles que el hijo no sirve para nada, y cuando los tratás de otra manera, vienen, colaboran, charlan, te invitan a comer a la mesa, en un espacio que es muy mínimo que es el de la visita, que no es cualquier espacio.
¿Qué recomendaciones harías al gobierno argentino para que la educación fuera más relevante y pertinente?
La recomendación que haría es un poco lo que dije: que nos deberían supervisar, en el sentido de no vigilantearnos, sino de una supervisión seria de lo que pasa dentro de la educación, porque todos se llenan la boca con que la educación es lo primero, pero a nadie le importa lo que está pasando en las escuelas, no solamente en las de contexto. Yo hace desde el 2002 que estoy trabajando, casi diez años, yo tengo dos cargos, en una soy jefe del servicio educativo por la Secretaría de Niñez y Adolescencia, en la que tengo un tipo de seguimiento más de cerca porque mi cargo amerita que yo esté rindiendo cuentas mes a mes, ¿no? Pero como docente del Ministerio de Educación, mi responsable zonal lo veo cuando me invita a comer pizza para el día del maestro. Uno siente la presión de cuando lo vienen a ver, pero hace que te pongas las pilas. Hay una suposición seria para que te acompañen, no para retarte, sino que si te equivocás, que te enseñen como se hace, para eso son supervisores. Es en serio la educación, los chicos van con ganas, me encanta lo que hago, no le encuentro muchas cosas en contra ser maestro, pero uno te tiene que gustar.
Patricia Della Pietra, 47 años, jefe del Servicio Educativo del Centro Cerrado Nuevo Dique de la localidad de Abasto.